Imagen extraída de "Caminando en la fe"
Lc 9, 46, 50: ..."El más pequeño de entre vosotros, es el más importante".
Educar y educarnos
En el periódico del día siguiente:
"Fatídico accidente de moto. El vehículo se estrelló ayer contra un edificio por un fallo de los frenos. Sólo sobrevivió una de las dos personas que iban en ella.
La verdad:
De repente el chico se dió cuenta de que los frenos de la moto no reaccionaban... pero no quería que su chica lo supiera. Así que viendo que nada podía hacer para evitar la tragedia le pidió a ella que le dijera que le amaba, y él se lo dijo también. Le pidió además que le abrazara (por última vez) y le dijo que se pusiera su casco, (para que ella viviera), aunque ello implicara ... su propia muerte.
Dice Cristo: "Nadie ama tanto como el que dá la vida por los demás". El joven de la historia ofreció su vida... ¡quiso salvar a quién más amaba, a su prometida! " ¡Amar hasta el extremo! ¿Hubiera hecho usted lo mismo?
Julián Escobar.
Reflexión 32.
En el pequeño cementerio de Abrego está la tumba del cura de la aldea. La gente lleva flores a la tumba, pues dice que el señor cura fue un santo. Pero si la tumba del señor cura pudiera hablar, callaría esto:
"Yo sentí el llamado de Dios y lo seguí. Me hice sacerdote. Creía, claro, en Dios, y sentía que Dios creía en mí. Pero luego los tedios de la vida y los pequeños fracasos cotidianos me hicieron dudar de que Dios estuviera conmigo, y entonces comencé a dejar de estar con Dios. Dejé de creer en El, no sé si porque leí algunos libros o porque no leí los suficientes. Unicamente los que saben mucho y los que no saben nada tienen a su alcance a Dios. Así, perdí la fe. Pero a nadie lo dije. No importaba que yo no creyera en Dios: lo importante es que las gentes a quienes yo amaba sí creían en El.
"Por amor a ellos seguí amando a Dios. Le rezaba por las noches reclamándole que no existiese. Todos me tenían por un buen sacerdote. El obispo me proponía como ejemplo a los demás. A mí, que me dolía ser ateo porque no tenía a quién dar las gracias por los dones que de la vida recibía. Uno de los dones que de la vida recibí fue el de la muerte. La tuve tranquila. Mis últimas palabras, dirigidas a los pobres que rodeaban mi lecho, fueron éstas: 'Dios los bendiga'. En sus lágrimas vi que mi vida no había sido inútil. Y dije para mí: 'Gracias a Dios'. Porque no había más a quién darle las gracias. Ahora sé que...".
Otras palabras hay en la tumba del santo sacerdote que no creía en Dios. Sin embargo, el viento que sopla en el cementerio no deja que se escuchen. Colaboración de Mario Pablo Vásquez de México. D.F.
Texto extraído de "Pensamientos"
Vídeo de "Youtube"
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