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- ¿Tus palabras son sinceras?
- ¿Hablas con doblez, con segundas intenciones?
Ayer, una singular señora, en la oración, se quejaba de su hija. “Señor, mi hija Pili es una avispa. ¡Siempre quejándose! ¡Siempre disgustada! ¡Siempre lanzando indirectas! Ahora se queja de que no le duran los novios, pero… ¿Qué chico va a aguantar a una avispa? Me aburre su verborrea. Mil veces le digo: “Largo es el camino por medio de las enseñanzas, breve y eficaz por medio del ejemplo. Quien no hace lo que dice, hace vanas sus palabras”. Pero… ¡Ella sigue siendo una avispa! ¡Señor, atonta a algún hombre para que se case con ella y se la lleve de casa!”. ¿Eres tú una avispa? ¿Eres sólo un montón de palabras?
Julián Escobar.
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