Hay quienes, desconociendo la historia, afirman lo contrario. «El culto mariano no es una práctica que nos venga del primitivo cristianismo. Hasta el año 431, en el Concilio de Éfeso, no fue declarada «Madre de Dios», y no hace mucho, en el año 1854, fue definido el dogma de su Concepción Inmaculada...»
¿Qué hay de verdad en estas afirmaciones? La verdad es que la Iglesia realmente definió en el 431 la maternidad divina de María y en 1854 su Concepción Inmaculada..., pero desde sus comienzos creía en ellas La Iglesia define dogmáticamente una verdad solamente si tal verdad de fe se ve atacada o está puesta en tela de juicio.
¿Qué nos dice la fe sobre la Concepción Inmaculada? Que la Virgen María siempre estuvo exenta del pecado original. Pero Murillo, unos doscientos años antes de la definición dogmática, ya pintó treinta cuadros magníficos de la Inmaculada. Y el Concilio Tridentino pregonó más de trescientos años antes de la definición dogmática la creencia de la Iglesia. Y San Efrén la pregonó casi mil quinientos años antes.
Pues entonces ¿qué sucedió en 1854? Lo mismo que sucedió no mucho tiempo después con la famosa joya de la Corona inglesa, el diamante Koh-i-noor. Este diamante admirable, enorme, ya era conocido en la India allá por los siglos que precedieron a Cristo, pero sólo brilla con toda su belleza desde el siglo en que la reina Victoria lo hizo tallar de nuevo. Pues si se me permite la frase, la definición dogmática del año 1854 no produjo el diamante de dos milenarios de la Concepción Inmaculada, no hizo más... que tallarlo de nuevo.
Julián Escobar.
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