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Cuando alguien quiere devolver mal por mal, es capaz de herir la conciencia de los demás incluso con una mirada o un simple gesto de cabeza. Una simple intención de hacer mal es un suculento alimento para el egoísmo. El egoísmo es un nido de cría de toda clase de víboras venenosas.
Un buen cristiano, un magnífico católico, es aquel que es un revolucionario en su intención, que lucha contra sus instintos más primarios, como son el “ojo por ojo; diente por diente”.
Luchas contra el “mundo” es fácil, luchar contra uno mismo es lo bueno, eficaz y constructivo. Es asesinar en la mente, en el corazón y en el trato todas las víboras que nos hieren y hieren a los demás.
Julián Escobar.
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