Cuentan que un fraile llevó durante tres años en su boca una china hasta que aprendió a guardar silencio. ¡Qué bueno y beneficioso es saber guardar silencio! ¿Estás enfurecido/a? ¡Silencio, silencio! Las palabras que digas desde ese estado de “enfado” o “cabreo” pueden ser tan hirientes que te hagan sangrar a ti y a la persona que se las dices.
“¡Cuando me enfado o me enfadan, pierdo el control, no sé ni lo que digo, aunque luego me arrepiento!”. ¿Es usted uno/a de los que dicen esto?
Es como si a usted le clavaran un puñal y luego le dijera el agresor: “¡Lo siento, lo siento!”. Sentirlo está bien, no herir a nadie es lo bueno, lo correcto. Antes de hablar desde el enfado cuente treinta o mejor llénese la boca de agua y manténgala en ella.
Julián Escobar.
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