Tus disputas familiares, y toda disputa, tiene su origen en el egoísmo, que es la raíz del pecado. Tenlo siempre presente: a mayor presencia de Dios en tu vida, menor egoísmo. A menos presencia de Dios, mayor presencia del egoísmo. Amar a Dios es tenerlo en las retinas de los ojos y así nunca verás enemigos. Tu esposa/o, tus padres, tus amigos, lo que más necesitan es que les prestes atención. Que salgas de ti para estar en ellos y que les dejes entrar en ti para que sean parte de ti. Hay una expresión de Federico Yerma, que dice: “¿Qué creéis, que tener un hijo es como tener un ramo de rosas?”. Tener un hijo, tener un esposo/a, ser cristiano de vida y no sólo de bautismo, es: ¡Amar, amar y amar! “Sois buenos cuando os esforzáis en dar de vosotros mismos” (K. Gibran).
Julián Escobar.
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