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En los primeros siglos del cristianismo hubo un soldado romano, llamado Mario, que con su valentía se ganó la vitis militaris. Esta condecoración llevaba anejo el derecho de poder pedir el primer puesto de capitán que vacase en la legión. Mario alegó este derecho en la primera ocasión y fue nombrado capitán.
Pero llega otro soldado, enemigo de Mario, y le delata como cristiano, indigno, por lo tanto, de ser ascendido al grado de capitán; a él, al denunciante, le pertenece tal puesto.
Preguntan a Mario. No lo niega: “Soy cristiano”. Se le conceden tres horas para deliberar.
Mario va al obispo para preguntarle su parecer. El obispo introduce al soldado en el templo, le quita la espada del cinto y, teniéndola con una mano mientras coge con la otra el Evangelio, le dice: “Escoge entre ambos: entre la gloria militar y el Evangelio; entre la vida y la muerte.”. El soldado escogió el Evangelio. No esperó que pasasen las tres horas y se presentó ante el tribuno. Fue martirizado acto seguido…
Julián Escobar.
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