El marido siempre acusaba a su esposa de ocultarle “cosas”. Un día, la esposa le dijo: “Dices y te tienes por muy listo. Bien. Lee mi corazón a ver qué te dice”. San Agustín vivía en una profunda crisis, oyó una voz que le decía: “¡Coge el Evangelio y lee!”.
Cansamos a la gente con nuestras “disquisiciones” o “No me engañes que te conozco”. Y si me conoces, ¿por qué piensas que te voy a engañar? ¿Haces motivos para engañarte? ¿Me engañas tú a mí y por eso crees que yo te engañaré?
Ya sabes: “De la abundancia del corazón habla la boca”. Cuando acusas a los demás, ¿no te estarás acusando a ti mismo? Lo que tú piensas que te hacen a ti, ¿se lo has hecho tú a alguien?
Julián Escobar.
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