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Marco Agripa levantó un templo espléndido en Roma con el nombre de Panteón y amontonó en él todos los dioses de los países conquistados. ¡Un museo de ídolos!
Un día, a principios del siglo IV después de Cristo, llegaron a Roma cristianos venidos de tierras lejanas. Ese pequeño grupo de cristianos entró en el Panteón. No comprendían que una potencia como era la romana y una ciudad como Roma fueran tan idólatras. Uno de ellos sacó del pecho un pequeño crucifijo. ¿Qué pensó? Que caminamos entre ídolos, pero si uno lleva a Cristo será un cristiano sin ídolos. El mundo es un Panteón de ídolos. ¿Adoras sólo a Dios o eres esclavo de ídolos?
Julián Escobar.
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