Imagen extraída de "tierrafirmertm.org"
Dos hombres fueron al templo a orar.
Uno se puso en el primer banco.
Y oraba así:
“Te doy gracias porque soy bueno”.
Y era verdad.
Cumplía la Ley escrupulosamente.
El otro se sentó al fondo, en un rincón.
Y decía a Dios: “Perdóname. Soy malo”.
Y era verdad.
Robaba y apoyaba a los opresores.
Y Dios miró con tristeza al primero.
En cambio sonrió al segundo.
¡Siempre igual! Es un provocador.
Fustiga a los buenos, a las gentes de orden,
a los piadosos,
a los que cumplen lo que se manda.
Y defiende a los audaces,
a los indeseables, a los pecadores.
Nos sentimos heridos, pero no nos convence.
Busca la pelea. Se la va a ganar.
Y dice Dios: “No quiero montones de méritos.
Estoy harto. El pecado no me molesta.
Quiero corazones humildes y arrepentidos”.
Patxi Loidi. “Mar Rojo”, p. 23
Julián Escobar.
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