Imagen extraída de "www.sdarmcolombia.org"
Los Pies de la Iglesia
San Pablo comparaba el cuerpo humano con el Cuerpo de Cristo: un grandioso organismo lleno de perfecciones; un palacio de las mil maravillas, que todos admiramos. Pocos pensamos, sin embargo, en los modestos pies, humildes, escondidos, pero tan necesarios: los pies cansados del turista, contemplando paisajes o visitando monumentos; los pies del peregrino, meditando sus pasos, rezando sus caminos; los del ama de casa, cargada con la compra; los pies del juerguista en sus noches de fiesta.
Ellos nunca ven nada, ni de nada disfrutan. Pero se cargan día a día con el peso y el paso de la vida.
Hay mucha gente en el Cuerpo de Cristo: son los buenos cristianos, silenciosos y anónimos; son la gente sencilla, con una fe escondida; son los enfermos que sufren, con el Señor crucificados; los ancianos que viven de su larga esperanza y de sus oraciones; son las monjas y monjes, que han quemado sus vidas como la lámpara del tabernáculo, para dar luz al mundo desde la sombra y el silencio.
Nadie les mira, pero llevan encima el peso de la Iglesia. Cuando lleguen a Casa, a la Casa del Padre, los desgastados pies recibirán un baño y una suave caricia de amor y gratitud del que lavó los pies de sus pobres discípulos.
Alberto Iniesta
Vida Nueva nº 2028, febrero 1996
Julián Escobar.
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