Hacen falta católicos alegres, generosos y que no se arruguen ante esos que se declaran “enemigos de toda religión y en especial de la Iglesia Católica”. Con palabras y gestos, chistes o ironías… pueden causar heridas, o como dicen San Pablo, ser “apaleados, pero no rematados”. El egoísmo, la envidia, la calumnia, las intrigas, las traiciones… nunca deben habitar en el corazón de un discípulo de Jesucristo, y si las sufre porque se las lanzan como proyectiles, debe neutralizarlos con paciencia evangélica. ¡No devolváis mal al mal! Si os desprecian en algún lugar, marcharos a otro, pero sin dejar un reguero de mal. No por orgullo, ni soberbia, ni por creerse superior, sino porque así lo quiere y lo manda Cristo y nos lo enseña la Iglesia.
¿Eres alegre y generoso hasta fascinar a los que te conocen?
Julián Escobar.
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