Sigo Caminando.
Yo buscaba a Dios toda la vida. Creí verlo en las cumbres de las montañas, pero para cuando yo llegaba, él ya no estaba allí. Creí sentirlo en la lejanía de las estrellas, pero para cuando me acercaba, él ya había partido.
Un día, de repente, me encontré ante un palacio resplandeciente con un portal sobre el que había escrito en letras de oro: "La casa de Dios".
Me llené de alegría y subí sin aliento los escalones que llevaban a la entrada.
Pero cuando había levantado ya la mano para llamar a la puerta, me asaltó la duda, y mi mano quedó suspendida en el aire. Pensé: "Si ésta es en verdad la casa de Dios y me encuentro con Él, se acabó todo para mí. Se acabó la alegría de la búsqueda, el motivo de caminar. Una vez que encuentre a Dios, ¿qué voy a hacer?". Y quedé paralizado sin llamar.
Alguien, desde dentro, había sentido mis pasos y se oyó una voz que preguntaba: "¿Quién está ahí?" Yo eché a correr escalones abajo y me alejé de aquel lugar con mayor rapidez con la que había venido. Y anoté el lugar en mi mente para no volver a acercarme a él.
Sigo caminando, sigo soñando, sigo buscando.
No quiero detenerme en ningún palacio por magnífico que sea, en ningún concepto por perfecto que sea. Aquel a quien anhela mi alma está por encima de todo y más allá de todo. Él es la fuerza de mi caminar, el aliento de mis pulmones, el motivo de mi existencia. Seguiré viviendo la aventura de mi caminar, en espera de la sorpresa eterna. Carlos G. Vallés. Vida Nueva 2177 de marzo de 1999
Julián Escobar.
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