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¡Hay que limpiar!
Adviento no es sólo tiempo de espera, es también tiempo de limpieza. Para acoger a Cristo, tenemos que limpiar, barrer, fregar, ordenar… nuestra vida. Incluso cuando hemos “aseado” nuestra vida, si somos humildes, hemos de decirle: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa”, en mi vida, pero te necesito.
El aire de Adviento es propicio para ventilar nuestra mente, nuestros actos, nuestros gozos. La cueva de Belén estuvo ventilada por la limpieza de la vida de la Virgen María y el bueno de san José.
Donde hay amor y entrega a la voluntad de Dios, por pobre y sucio que sea el lugar, hay un aire purificador que desintoxica.
- ¿Limpia usted su vida con el Sacramento de la Confesión?
- ¿Es usted aire purificar o contaminante?
Julián Escobar.
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