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¡Cuidar lo que nos confían!
El hombre se da a conocer por lo que habla, sobretodo de cómo habla de los demás. No hace falta hablar de los defectos de uno mismo, pero mucho menos hablar de los defectos de los demás.
Hay que tener hambre de hablar de Cristo y hambre de callar los defectos de los demás.
El profesor, a un joven que incordiaba a sus compañeros de fila al ir a coger la comida, lo manda fuera del comedor. Después de un rato va a buscarle y lo encuentra en la Capilla.
- ¿Qué haces aquí? – le pregunta el profesor.
- Le estoy pidiendo a Jesús, que, si usted me dejaba sin comer, hiciera el favor de quitarme el hambre que tengo.
Hay hambres que le debemos pedir a Dios que nos ayude a quitarnos, y otras a sentir más hambre, pero sólo las de hacer el bien.
- ¿Sabemos guardar los secretos?
- ¿Sientes necesidad de hablar del Evangelio?
Julián Escobar.
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