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¿Somos dignos?
Un pagano (igual a no judío) romano, al mando de un destacamento de cien soldados, sale al encuentro de Jesús y le pide que cure a su “criado” o “hijo” (la palabra griega puede significar ambas cosas). Fuera criado, esclavo o hijo, lo importante es que Jesús derrama su misericordia sobre él y sobre cualquier persona.
Cuando Jesús le dice: “voy a curarlo”, el centurión le dice: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano”.
Estas palabras son las que los católicos dicen segundos antes de comulgar: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.
Abraham Lincoln solía decir que es posible engañar a todos durante un tiempo, a algunos todo el tiempo, pero no es posible engañar a todos todo el tiempo. Tenía razón, porque ¿nos podemos engañar todo el tiempo a nosotros mismos? ¡Cristo nos sana de nuestros engaños!
- ¿Te engañas a ti mismo?
- ¿Eres un embustero compulsivo?
Julián Escobar.
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