- ¿De qué viene riéndose, Manuel?
- Del efecto boomerang.
- ¿Cómo?
- Un señor cogió un ladrillo, lo sujetó a una cuerda elástica para cuando se enfadara con alguien lanzárselo y que el ladrillo después de golpear al otro, volviera a él.
Al primero que le llevó la contraria se lo lanzó y antes de lo esperado la cuerda le devolvió el ladrillo con la mala suerte que le golpeó su propia cabeza. La mujer lo tuvo que llevar a urgencias y con algo de sorna le dijo: “Si cada vez que me lanzas a mí un ladrillo de enfado, mal genio o gestos violentos tuviesen efecto boomerang, ya no tendrías cabeza”.
- ¿Y eso le parece gracioso?
- Mucho, pues existe el efecto boomerang. Todo lo que criticamos, calumniamos o el mal genio que lanzamos a los demás, aunque no lo creamos, lo sufrimos nosotros.
¿Y usted?
- ¿Qué ocurriría si todo lo que usted dice o hace tuviese efecto boomerang?
Julián Escobar.
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